martes, 17 de febrero de 2009



Gustavo Adolfo Domínguez Bastida adquirió el sobrenombre de Gustavo Adolfo Bécquer más tarde.


Nació en Sevilla, el 17 de Febrero de 1836 y murió en Madrid el 22 de Diciembre de 1870.



Fue un poeta y gran narrador Romántico.




¿Qué es poesía?
Me preguntas clavando en mi pupila tu pupila azúl.
¿Que qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.



Kairi.

jueves, 5 de febrero de 2009

Un grito de amor desde el centro del mundo.



Un grito de amor desde el centro del mundo es la novela japonesa más leída de todos los tiempos.
Chico conoce a chica. Ese es el argumento más conciso que se puede esperar de esta novela del multipremiado Kyoichi Katayama. Se conocen durante la adolescencia. Él es reflexivo, decidido, irónico. Ella es más atractiva, tímida, temperamental y (procurando que no lo sepa nadie) terriblemente insegura. Sus nombres son Sakutarô y Aki, y son dos chicos cualquiera que experimentan ese fenómeno tan místico, tan ajeno a nuestra racionalidad que es el amor. El amor incondicional, el amor que duele, el amor que todo lo puede. Sakutarô es el encargado de narrarlo todo, y huye como puede de caer en el estancamiento de la subjetividad. Se hace cronista de su propia historia, de su propia amargura, con toda la precisión que tiene a su alcance.

Sakutarô se resiste a pensar que se ha enamorado de Aki, por temor a que ella, pese a sus insinuaciones constantes y a la relación abierta que mantienen, pueda rechazarle. Así que comienzan un noviazgo con pies de barro, casto y lleno de tabúes. Es una presentación de personajes a trazos, brillante por su determinación y que subraya la melancolía como el comportamiento estándar que rige la evolución humana. Las tres primeras frases del libro son apabullantes: “Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste”. Directas. Sencillas. Sobrecogedoras quizás.

Katayama ha sabido construir dos personajes que, pese a su normalidad, están condenados a ser inolvidables. Se aman, y por tanto se hacen mutuamente dependientes. Llegan a pensar que no se imaginan un mundo sin el otro con toda naturalidad. Se roza lo deprimente del asunto, aunque tarda en alcanzarse, cuando se intuye que Aki está enferma y que la esperanza de volver a vivir una relación de color de rosa es cada vez más abstracta y absurda. Las conversaciones de felicidad plena se convierten en lamentos al pie de la cama del hospital, miedo y mal presagio.

Para mí, el libro empezó muy bien, pero, a medida que avanzaba, Katayama fue haciendo la novela un tanto pastelosa y predecible, lo que hacía que el libro aburriese un poco.
Poco a poco, sin embargo, la novela volvió a lo mismo que encandila al principio, esa historia de un amor tan simple como el hecho de respirar. El final es trágico, y quizás demasiado triste, pero a mí me ha encantado. Es uno de esos libros de los que no te arrepientes de seguir leyendo.


Kairi.

Nuestro periódico de la Paz.


Kairi.